CUANDO TE TOCA
El pelado que atiende el kiosco frente al distrito centro, cobra diez pesos cada fotocopia, casi todas el frente y dorso del documento. Es un kiosco pequeño, con un par de golosinas en el mostrador y detrás, en el centro del lugar, la gallina de los huevos de oro. El pelado saca fotocopias y sonríe, pero se caga de risa cuando la gente, sacada, lo putea por el sobreprecio. Una fotocopia vale un peso en cualquier lugar de la ciudad. En los pasillos del distrito, mientras esperamos nuestros trámites, los damnificados no hacen otra cosa que hablar de las fotocopias del pelado. Los empleados municipales ya conocen esas quejas, la escuchan todos los días. No hacen nada (no es que no puedan), porque todos estaban avisados de los requerimientos para el trámite, y porque no tienen la culpa que el pelado haya entendido una o dos cosas: que la gente siempre deja todo para el final, y que no hay ningún kiosco en toda la manzana, menos a las siete de la mañana. Los escucho quejarse y no puedo dejar de pensar que todo es una representación del mundo donde vivimos: Uno se aviva, el gobierno no puede o no quiere hacer nada, y todos bailamos en el medio. Lo único que queda es preguntar y escuchar, aprender de las experiencias pasadas y no quejarse cuando te toca.
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