JUGAR POR JUGAR
Me gustaría poder escribir sobre la guerra civil española, sobre terribles borracheras en parís, o sobre cómo se comieron los leones a una zebra en un safari que acabo de hacer. Pero no soy Hemingway, vivo de vender lápices y juguetes, y este domingo fue el día del niño.
Una mujer llegó el sábado a las seis de la tarde al local, una de esas madres desesperada por conseguir el juguete que está de moda, y que te putean cuando se enteran de que se agotó hace más de un mes. Te putean a vos por no tenerlo, a los que ponen los precios, al país, al puto capitalismo. Se enojan con todos, menos con ellas que se acordaron de que tenían un hijo el día anterior al día del niño. Por suerte esta madre buscaba Slime, y como teníamos un par, se calmó.
- Yo no entiendo como se pueden divertir con esa cosa que parece moco - me dijo cuando la acompañaba a la caja.
- Vió como son los chicos.
- Por lo menos es barato.
Una slime vale sesenta pesos.
Yo le quería explicar una o dos cosas que aprendí en estos veinte años que llevo trabajando en las temporadas de juguetes y vuelta al cole. Si, desde los quince que trabajo en las temporadas y tengo algunas historias, como esa vieja que pidió hablar con un gerente porque pensó que le estaba tomando el pelo cuando pidió papel afiche marrón y le traje rojo.
- Nene, ¿vos sos bóludo?
- No, daltónico.
Y como la vieja no me creía, llamó al gerente, que no pudo hacer nada, más que pedirle disculpas y buscar el regalarle el papel afiche. Otra vez me pusieron a envolver, pero nunca acertaba en el tamaño del papel. Lo cortaba demasiado corto o muy largo, y la cola se hizo larga y la gente se empezó a desesperar hasta que uno gritó “Pibe, vos debes ser el hijo del dueño, sino no hay chances que sigas laburando acá” Todos se rieron, por lo menos sirvió para distender a los de la cola.
Si, tuve muchas historias, y si bien no era bueno con las manos ni los colores, si pude aprender que los chicos solo piensan en jugar. No para ganar, no para divertirse. Juegan por jugar. “Un nene que se aburre casi seguro está enfermo o tiene algo “ me dijo una amiga psicopedagoga y tenía razón. En cambio, lo único que quería esa madre era conseguir ese juguete en el menor tiempo y en el menor costo posible. Eso es la definición de eficiencia. Para ella ese juguete era un desafío más de la lista de desafíos que enfrenta diariamente. Ella no quería estar en esa juguetería, si pudiera elegir, preferiría estar durmiendo. Ojo, no la juzgo, todos estamos programados así. Todos buscamos la eficiencia y por eso dejamos de vivir. Solo hay algunos pocos que saben sacar la cabeza del agua y volver a ser niños por un momento. Cuando vienen esos padres al local, me encanta atenderlos. Saben tanto o más que yo de juguetes, y les cambia la cara cuando ven algo que les gusta. Son hombres que nunca dejaron de ser niños. Picasso decía “De joven pintaba como Rafael, pero me llevó toda la vida dibujar como un niño” Algo de eso hay en esto que escribo.
Yo de chico pisaba solo las baldosas negras y jugaba hasta con los árboles. Después vino el colegio y la universidad y me borraron todo lo ludico.
Como Picasso, lucho para recuperarlo. No es una lucha fácil, debo estar atento, pelear minuto a minuto. Estos textos son partes de este juego. Escribo sin ningún fin ni motivo, o como decía Bukowski “Para no caer en la locura” Mi escritura es jugar por jugar.
Todo esto le quería decir a esa madre. “Hay que jugar”
Pero no tenía fuerzas, había empezado temprano y las ventas no venían bien.
Una mujer llegó el sábado a las seis de la tarde al local, una de esas madres desesperada por conseguir el juguete que está de moda, y que te putean cuando se enteran de que se agotó hace más de un mes. Te putean a vos por no tenerlo, a los que ponen los precios, al país, al puto capitalismo. Se enojan con todos, menos con ellas que se acordaron de que tenían un hijo el día anterior al día del niño. Por suerte esta madre buscaba Slime, y como teníamos un par, se calmó.
- Yo no entiendo como se pueden divertir con esa cosa que parece moco - me dijo cuando la acompañaba a la caja.
- Vió como son los chicos.
- Por lo menos es barato.
Una slime vale sesenta pesos.
Yo le quería explicar una o dos cosas que aprendí en estos veinte años que llevo trabajando en las temporadas de juguetes y vuelta al cole. Si, desde los quince que trabajo en las temporadas y tengo algunas historias, como esa vieja que pidió hablar con un gerente porque pensó que le estaba tomando el pelo cuando pidió papel afiche marrón y le traje rojo.
- Nene, ¿vos sos bóludo?
- No, daltónico.
Y como la vieja no me creía, llamó al gerente, que no pudo hacer nada, más que pedirle disculpas y buscar el regalarle el papel afiche. Otra vez me pusieron a envolver, pero nunca acertaba en el tamaño del papel. Lo cortaba demasiado corto o muy largo, y la cola se hizo larga y la gente se empezó a desesperar hasta que uno gritó “Pibe, vos debes ser el hijo del dueño, sino no hay chances que sigas laburando acá” Todos se rieron, por lo menos sirvió para distender a los de la cola.
Si, tuve muchas historias, y si bien no era bueno con las manos ni los colores, si pude aprender que los chicos solo piensan en jugar. No para ganar, no para divertirse. Juegan por jugar. “Un nene que se aburre casi seguro está enfermo o tiene algo “ me dijo una amiga psicopedagoga y tenía razón. En cambio, lo único que quería esa madre era conseguir ese juguete en el menor tiempo y en el menor costo posible. Eso es la definición de eficiencia. Para ella ese juguete era un desafío más de la lista de desafíos que enfrenta diariamente. Ella no quería estar en esa juguetería, si pudiera elegir, preferiría estar durmiendo. Ojo, no la juzgo, todos estamos programados así. Todos buscamos la eficiencia y por eso dejamos de vivir. Solo hay algunos pocos que saben sacar la cabeza del agua y volver a ser niños por un momento. Cuando vienen esos padres al local, me encanta atenderlos. Saben tanto o más que yo de juguetes, y les cambia la cara cuando ven algo que les gusta. Son hombres que nunca dejaron de ser niños. Picasso decía “De joven pintaba como Rafael, pero me llevó toda la vida dibujar como un niño” Algo de eso hay en esto que escribo.
Yo de chico pisaba solo las baldosas negras y jugaba hasta con los árboles. Después vino el colegio y la universidad y me borraron todo lo ludico.
Como Picasso, lucho para recuperarlo. No es una lucha fácil, debo estar atento, pelear minuto a minuto. Estos textos son partes de este juego. Escribo sin ningún fin ni motivo, o como decía Bukowski “Para no caer en la locura” Mi escritura es jugar por jugar.
Todo esto le quería decir a esa madre. “Hay que jugar”
Pero no tenía fuerzas, había empezado temprano y las ventas no venían bien.
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