LO QUE NO PODES PAGAR
Cuando son las seis, la hora en que finaliza la feria, una música horrible y muy fuerte, empieza a salir de los alto parlantes. Los organizadores buscan con esto que la gente no pueda comunicarse y por ende, tengan que dejar de trabajar. Es resultado es miles de personas apiñadas en las salidas, apuradas por subir al colectivo que los llevará a sus hoteles donde no hay mucho por hacer más que que ir al gimnasio y seguir trabajando. Si, este es un acto reflejo, una costumbre que todos traemos de nuestras casas. Así venía yo, adormecido siguiendo al rebaño, hasta que vi a un hombre arrodillado, rezando. Al principio creí que se había desmayado, pero entonces se irguió, dijo unas palabras mirando el cielo y volvió a apoyar la frente en el piso. No fue precisamente el rezo lo que me llamó la atención, sino la capacidad de este hombre de abstraerse del entorno, de saber tomarse su tiempo, de por qué no, cuidarse. Me hizo acordar a Chejov, que siempre se quedaba un rato más en el teatro...